sábado, 30 de enero de 2016

KOYOMIMONOGATARI 001


A principios de Abril, justo después de conocer a Hanekawa y convertirme en su compañero de clase, si tuviera que hablar sobre los sentimientos con los que asistía a clase, de los sentimientos con los que avanzaba de camino a la escuela, debería decir que no tenía ningún sentimiento en absoluto.
No tenía ningún sentimiento de camino a clase.
No pensaba siquiera en el camino como un objeto en concreto.
Específicamente, no podía entender la razón o el motivo para asistir a clase.
Ser despertado por mis hermanas, ponerme el uniforme, montar la bicicleta e ir camino a la prestigiosa Escuela Naoetsu… Había pasado dos años de mi vida repitiendo la misma rutina, como si fuera una tarea más… Pero jamás me había detenido a considerar si al menos tendría algún sentido.
O más bien, lo había considerado, sin embargo, al ser un problema completamente imposible de resolver, había dejado de pensar sobre ello hacía un largo tiempo.
Pero, de cualquier manera, la mayoría de los adolescentes en Japón pensaban igual, o casi igual, así que no me consideraba nadie especial. Después de recibir una educación bastante estricta, no era realmente necesario continuar asistiendo a clase, así que muchos simplemente no podían encontrarle sentido a esa idea abstracta de continuar con los estudios y alcanzar un nivel más alto por su pripia voluntad. La mayoría eran realmente reacios ante la idea.
Y tras los ojos de aquella minoría de estudiantes con los pies firmemente sobre el suelo, estaba bien para un observador como yo el estar confundido entre ambas ideas.
De todas maneras, no era que fuera infeliz de esta manera.
No sería infeliz si de pronto, por un pequeño segundo se me ocurriera dejar la escuela; entonces no habría nada que quisiera hacer, tampoco nada que pudiera hacer.
No tenía nada, y justamente porque no tenía nada,
El hecho de ser un estudiante.
Ese lugar llamado “escuela”,
Era lo que me garantizaba que seguía siendo yo.
Y es exactamente por eso, debo decir, que aquellas vacaciones de primavera en el inicio de mi tercer año de preparatoria fueron como un infierno para mí.


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